Acto I
En un bosque cercano al castillo de Monsalvat, Gurnemanz, caballero de la orden del Santo Grial, despierta a dos escuderos para preparar el baño de Amfortas, el guardián del sagrado cáliz, quien tiene una herida incurable. Kundry, una mujer de edad indefinida y múltiples personalidades, llega con un bálsamo para Amfortas. Este aparece acompañado de su séquito, acepta el obsequio y se sumerge en el agua. Mientras Gurnemanz se lamenta por la herida de Amfortas, los presentes le piden que cuente la historia del hechicero Klingsor, que intentó unirse a la hermandad de caballeros pero fue repudiado por su lascivia. Convertido en un enemigo implacable, Klingsor utilizó a una hermosa mujer para seducir a Amfortas: mientras yacía entre sus brazos, Klingsor le arrebató la lanza sagrada –la que atravesó el costado de Cristo– y lo hirió. La herida sólo podrá ser curada por un inocente que alcance la sabiduría a través de la compasión. Un cisne cae entonces al suelo, atravesado por una flecha. Los caballeros detienen a un joven, Parsifal, a quien Gurnemaz reprocha su acto. Avergonzado, el joven arroja lejos el arco y las flechas. Mientras los caballeros transportan a Amfortas al castillo, Gurnemanz acompaña a Parsifal, preguntándose si será este quien cumpla la profecía. En la noble sala del Grial, Amfortas y sus caballeros se disponen a conmemorar la Última Cena. Su padre, el anciano Titurel, le conmina a descubrir la sagrada vasija, pero Amfortas vacila porque su padecimiento aumenta en presencia de la sangre de Cristo. Sin embargo, los escuderos descubren el cáliz y un resplandor llena la sala. Mientras se ofrece el pan y el vino, un coro invisible canta desde arriba. Parsifal muestra su incomprensión, aunque se cubre el corazón cuando ve gritar de dolor a Amfortas.
Acto II
Viendo a Parsifal acercarse, Klingsor convoca en su castillo a su esclava Kundry para que seduzca al intruso. Con la lanza de Amfortas en su poder, busca hacerse con el Grial destruyendo a Parsifal, en quien reconoce al salvador de la orden. Kundry, deseando la redención, protesta en vano. En el jardín mágico de Klingsor, las muchachas flor intentan cautivar a Parsifal, pero desaparecen cuando Kundry se presenta y trata de seducirle con el recuerdo de su madre. Cuando Kundry se dispone a besarle, el joven retrocede, comprendiendo al fin el misterio de la herida de Amfortas y su propia misión. Kundry intenta conquistarle a través de la compasión y le cuenta los padecimientos que ha sufrido desde que se mofó de Cristo crucificado, pero es rechazada de nuevo. Maldiciendo a Parsifal a errar sin esperanza en busca de Monsalvat, llama a Klingsor para que arroje la lanza contra él. El joven la atrapa en el aire y hace con ella la señal de la cruz; el castillo de Klingsor se derrumba.
Acto III
Gurnemanz, ahora un viejo eremita, encuentra a la arrepentida Kundry desvanecida junto a un matorral. Mientras la reanima, un caballero con armadura se aproxima. Gurnemanz reconoce a Parsifal y la lanza. El caballero relata los años que ha pasado buscando el camino de regreso. Gurnemanz le quita la armadura y Kundry le lava los pies, secándolos con su cabello. En compensación, él la bautiza y loa la belleza de los campos primaverales. Unas campanas distantes anuncian el funeral de Titurel y los tres se encaminan hacia el castillo. La mesa de la Comunión ha desparecido de la Sala del Grial. Incapaz ya de descubrir el cáliz, Amfortas ruega a los caballeros que le den muerte para acabar con su agonía. Pero Parsifal le toca con la lanza y su herida sana. Alzando el cáliz, acepta el homenaje de los caballeros como nuevo guardián el Grial. Kundry, liberada por fin de su maldición, cae muerta.